Llevo muchos años siendo tratado como un antipatriota por no importarme el fútbol, no solo no me importa, no es que me pase desapercibido, me molesta profundamente cuando se tapa el ruido de los estómagos hambrientos, de las demandas populares y de la represión que lamentablemente no es cosa de ayer con el ruido de los estadios. Se trata de un profundo trauma sicológico del cual no me pienso deshacer, si le pago a un psicólogo será para resguardarlo y fortalecerlo.
Todo viene del 78 cuando mis padres me llevaron a festejar por avenida corrientes el “triunfo argentino” en aquel mundial, seguramente su intención fue que me quede un buen recuerdo, pero con los años supe que los cantitos algunos patriotas y otros verdaderamente chovinistas y xenófobos tapaban los gritos de los torturados a quienes ahora considero mis compañeros.
Este suplemento de Agencia Walsh que no tiene una letra de desperdicio, vuelca el contenido de la copa del 78 sobre nuestras conciencias, la dudosamente existente colectiva y la de cada uno de nosotros, léanlo y difúndanlo por favor.
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